A las mujeres se nos atribuye el defecto de parlanchinas, o al menos
de hablar más que los hombres. Me di cuenta que no es en vano ya que los hijos
pasan sus primeros años más tiempo con la madre que con otra persona, y si no
es la madre serán niñeras o enfermeras, que suelen ser trabajo de mujer. La
madre está dando teta y esta hablando, la madre esta con amigas, charla, charla
por teléfono. Generalmente las mujeres no paramos de hablar, el niño se duerme
y la madre sigue dale que dale con la labia. O el padre, porque no, los
chabones también hablan,
Hay estudios importantísimos que hablan de el momento en que se
adquiere el lenguaje, y es en esta etapa. Un día de la nada el niño empieza a
repetir palabras, sorprendiendo a todos. En ese momento no ha terminado la
tarea que la madre empezó sin darse cuenta. Sino que viene la parte más
importante, porque a este lenguaje hay que pulirlo. Por un instinto maravilloso
y primigenio nos dedicamos sin siquiera cuestionarnos como hacerlo a enseñarles
a hablar, sabemos que palabras y sonidos repetir, le vamos inculcando la
parlanchinería.
Creo importantísimo destacar que hay que corregirlos. Porque los nenes
hablan mal y nos encanta, nos enternecen los errores que cometen. Es gracioso y
entrañable oírlos decir “pipótamo” o “licóptero”. Pero de los niños el
referente en esta sociedad somos nosotros, se ejemplo de cómo es la vida real
lo toman observándonos. Y ellos van a tener que insertarse tarde o temprano en
un mundo en el que la estatua no es una
“estuata” y el jamón no se llama “mamón”. Por eso hay que hacer de tripas
corazón y corregirlos siempre, las mil veces que la digan mal para pulirles la
dicción y sean seres más maravillosos de lo que ya son.
Conclusión que esa condición femenina de “cotorras” tiene su lado
útil, porque aunque te quejes de cómo hablan las mujeres a vos te enseñó a
hablar una de ellas.
En la foto: el niño que habla demasiado jajjaja.
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