sábado, 8 de diciembre de 2012

Parole, parole, parole




A las mujeres se nos atribuye el defecto de parlanchinas, o al menos de hablar más que los hombres. Me di cuenta que no es en vano ya que los hijos pasan sus primeros años más tiempo con la madre que con otra persona, y si no es la madre serán niñeras o enfermeras, que suelen ser trabajo de mujer. La madre está dando teta y esta hablando, la madre esta con amigas, charla, charla por teléfono. Generalmente las mujeres no paramos de hablar, el niño se duerme y la madre sigue dale que dale con la labia. O el padre, porque no, los chabones también hablan,
Hay estudios importantísimos que hablan de el momento en que se adquiere el lenguaje, y es en esta etapa. Un día de la nada el niño empieza a repetir palabras, sorprendiendo a todos. En ese momento no ha terminado la tarea que la madre empezó sin darse cuenta. Sino que viene la parte más importante, porque a este lenguaje hay que pulirlo. Por un instinto maravilloso y primigenio nos dedicamos sin siquiera cuestionarnos como hacerlo a enseñarles a hablar, sabemos que palabras y sonidos repetir, le vamos inculcando la parlanchinería.
Creo importantísimo destacar que hay que corregirlos. Porque los nenes hablan mal y nos encanta, nos enternecen los errores que cometen. Es gracioso y entrañable oírlos decir “pipótamo” o “licóptero”. Pero de los niños el referente en esta sociedad somos nosotros, se ejemplo de cómo es la vida real lo toman observándonos. Y ellos van a tener que insertarse tarde o temprano en un mundo  en el que la estatua no es una “estuata” y el jamón no se llama “mamón”. Por eso hay que hacer de tripas corazón y corregirlos siempre, las mil veces que la digan mal para pulirles la dicción y sean seres más maravillosos de lo que ya son.
Conclusión que esa condición femenina de “cotorras” tiene su lado útil, porque aunque te quejes de cómo hablan las mujeres a vos te enseñó a hablar una de ellas. 

En la foto: el niño que habla demasiado jajjaja.

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